Un año más, y gracias a las oportunas gestiones de Borja, quien solicitó la autorización de Medio Ambiente para la visita, y el alojamiento en la Base de exploraciones subterráneas de la FAE en Montejaque, pudimos disfrutar de esta travesía clásica, por primera vez para algunos de los participantes.
Realizaron esta visita: Borja, Maribel, Isa, Jesús Nogueras, Nacho, Helena, Jesús Jabonero, Andrea, Jorge, Alicia, Chema, Manuel Fermín, Juan José, Almudena y Juan Carlos. Y quedaron apoyando en el exterior Yoli y Laura con la pequeña Vega.
La mayoría de los compañeros fueron llegando a Montejaque la tarde-noche del viernes 17 para acomodarse en las literas del alojamiento, cenar juntos y coordinar los escasos cabos sueltos.
La mañana del sábado, y tras un buen desayuno, nos dirigimos al aparcamiento de la cueva de Hundidero, donde nos habíamos citado con el resto de integrantes del equipo que venían directamente desde Granada; dejamos la ropa seca a Yoli, que se encargó de hacer la combinación de coches (muchas gracias), nos equipamos y nos introdujimos por la enorme boca en la oscuridad de la cueva de Hundidero, no volveríamos a ver el sol hasta aproximadamente siete horas y media más tarde.
Todos los participantes, pero especialmente los “primerizos” disfrutamos enormemente de la travesía, sus espectaculares formaciones, como las de la galería de los gours, la gran estalagmita o la giraldilla, y la apasionante historia que nos sugieren los tétricos restos de las obras de una central hidroeléctrica a principios del pasado siglo que nunca llegó a completarse.
El avance por la travesía resultó, tal y como preveíamos, algo lento, pues entre nosotros había gran variedad de niveles tanto físicos como técnicos, y algunos espeleólogos muy jóvenes, especialmente Helena, de tan solo 12 años. No obstante, y pese a algún percance que en el que se lesionó una de las compañeras, el ritmo fue suficientemente ágil, ralentizándose, como es normal en la ciénaga, más pegajosa que en otras ocasiones (encontramos una bota perdida por algún espeleólogo anterior a nuestro grupo) pero igual de divertida, si se toma con filosofía, pues siempre hay alguien con ganas de jugar y manchar a todo el mundo.
Alrededor de las 18:00 salía el último de nosotros, unos saltos en la poza de la cueva del Gato y vuelta al alojamiento de la Federación Andaluza de Espeleología para degustar una magnifica cena cortesía de Juan Carlos y Andrea y pasar un buen rato de risas y diversión con los juegos preparados por Laura y Andrea.
Agradecer, nuevamente a los compañeros que con su implicación y esfuerzo han conseguido hacer de esta salida una maravillosa experiencia de deporte y cohesión.
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